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De la adversidad a la esperanza: La segunda oportunidad de Alseyni

El ahora trabajador del Instituto Jane Goodall España en Senegal había arriesgado su vida viajando hacia a Europa en un desesperado intento por sacar a su familia adelante


Su nombre es Alseyni Diallo y trabaja desde hace varios años como asistente de campo para el Instituto Jane Goodall España (IJGE) en Senegal. Pero hasta entonces su vida no fue fácil. Oriundo de Nandoumary, un pequeño pueblo aislado en la remota región de Kédougou, en el sudeste de Senegal, Alseyni decidió hace unos años emprender el arriesgado y peligroso viaje hasta Europa para conseguir los medios de vida que le permitieran sacar a su familia adelante. Kédougou es una de las regiones más afectadas por la pobreza en el país, con un 61,9% de la población viviendo por debajo del umbral de pobreza en 2018, en un país que ocupa el puesto 170 de 191 según el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas de 2021.



Durante meses, su tío, un amigo y él caminaron más de 3.000 kilómetros para atravesar el desierto y llegar a Libia. Pero su amigo no logró atravesar ese cementerio de arena en que se ha convertido el Sahara. “Murió delante de mí. Se llamaba Mamadjan. Fue muy duro”, relata Alseyni.


Al llegar a Libia, Alseyni fue detenido y golpeado por agentes del Estado y lo pasó muy mal. Tras un periodo de detención, Alseyni logró regresar a Senegal, donde estuvo ingresado varios meses en el hospital de Tambacounda. “Estaba muy enfermo. Tenía un problema en los pies. Me dolían mucho, de caminar”. Poco después de recuperarse, ya en Nandoumary, Alseyni se encontró en un camino del plateau con el director del IJGE en Senegal, Federico Bodganowicz, y pidió una oportunidad.


Su gran predisposición fue determinante para que el IJGE le ofreciera un puesto primero en el departamento Agroforestal, y más adelante en el departamento de Investigación. Hoy, Alseyni forma parte del equipo de Investigación como asistente de campo. Su día a día consiste en salir a los bosques para recoger datos sobre el comportamiento y la ecología de los chimpancés que viven en la zona, parte de los 500 chimpancés que quedan en Senegal, miembros de la subespecie más amenazada, Pan troglodytes verus. “Seguimos sus pasos, vemos dónde están, qué comen, dónde duermen, sus excrementos…”, cuenta Alseyni. El equipo de terreno recoge la información registrando los datos e imágenes en su móvil, en el programa Survey123 que luego el coordinador Manuel Llana y la asistente técnica Khadija Amanda Barciela descargan y analizan junto a la codirectora del departamento, Laia Dotras. Obtener y analizar esta información es útil para conocer mejor a la subespecie y poder diseñar acciones más efectivas para la conservación de los chimpancés y su hábitat, cuya deforestación es una de las principales amenazas.


Los asistentes anotan también en papel los datos recogidos en dispositivos móviles para

tener una doble copia de la valiosa información recogida en campo (IJGE/Laia Dotras)


“Antes yo solamente veía a los chimpancés, pero no los conocía. No sabía qué comían, tampoco conocía su situación. Antes oíamos a los chimpancés y nos echábamos a correr. Pero ahora veo que son como personas, que los podemos identificar. Es muy importante saber convivir con los chimpancés en la naturaleza”, asegura Alseyni.


Afortunadamente, para Alseyni, los horribles días de camino en el desierto han quedado atrás. Desde que empezó a trabajar para el IJGE, sus pasos se dirigen ahora a sus bosques natales para encontrar rastros de chimpancés y ayudar a su conservación, mientras se gana la vida dignamente y puede apoyar a toda su familia. “Verdaderamente, el Instituto me ha ayudado mucho. Este trabajo me ofrece los medios para sacar adelante a toda mi familia”, reconoce y resalta: “Si tienes la oportunidad de quedarte en tu casa y trabajar, eso es muy importante”.


 Alseyni en uno de los talleres de sensibilización a la comunidad sobre la coexistencia entre

humanos y chimpancés en un pueblo de Kédougou (IJGE/Nadia Mirghani)


Cada año, miles de personas migran a Europa debido a la pobreza, las guerras, los efectos del cambio climático… Se trata de un peligroso viaje en el que abandonan su hogar y sus familias y arriesgan por completo sus vidas por un sueño que suele transformarse en pesadilla. El pasado año, al menos unas 3.997 personas murieron intentándolo en la frontera sur de la Unión Europea, según evidencian los datos recopilados por la Organización Internacional de Migraciones.


En el Instituto Jane Goodall trabajamos codo a codo con las comunidades locales, empoderándolas y ofreciéndoles formación y recursos para atender sus necesidades básicas de manera equitativa y sostenible, así como empleos dignos que les permitan asegurar su desarrollo y mejorar sus vidas y las de sus familias.


Tú también puedes ayudar a que personas como Alseyni tengan una vida mejor colaborando como soci@ chimpamig@ o donante. Tu apoyo marca la diferencia.


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